O los dos, o ninguno

     Desde la habitación de su hermanita, mirando desde la ventana, veía a los niños jugando en la calle. No podía bajar, tenía que quedarse a cuidarla. Hacía un tiempo que había enfermado y requería de atención permanente. Sus padres, no estaban en ese momento, habían salido a hacer unos recados.

     Miraba melancólicamente, a través del cristal. El vaho que salía de su boca lo empañaba y al poco tiempo desaparecía. Una lágrima recorrió fugazmente su mejilla.

     —Lloras porque querrías estar fuera jugando, ¿verdad? —dijo Laura con un fino hilo de voz.

     —No —respondió—. Lloro, porque hecho de menos verte correr por la calle...

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