
Siempre había odiado la mar, nunca había viajado en barco y ni tan siquiera sabía nadar, pero aquella deuda contraída le obligaba a cumplir el encargo si no quería que la justicia, impartida por el mismo Intendente, les sacase su casa.
Kaira no quería que se fuese, tenía un mal presentimiento y hasta cierto punto le daba igual perderlo todo a cambio de estar juntos. Trató de persuadirlo, pero para Izan era muy importante conservar la casa que le habían dejado en herencia sus padres. Había costado mucho esfuerzo conseguirla y no sería él quien la perdiese. Además, era el hogar perfecto para formar su familia.