miércoles, 28 de noviembre de 2012

Todo cambió en un instante


     Estaba ya a bastantes pasos de su nueva casa, adentrándose poco a poco en aquel pueblo. No sabía a dónde ir ni a dónde podría llegar en aquella dirección, simplemente caminaba. Llevaba tan solo unos días viviendo allí y todavía no conocía bien el lugar. Sería muy fácil perderse y así el paseo cobraría algo de interés. Por el momento, simplemente caminaba sin rumbo ni destino. No tenía otra cosa que hacer...
     Mientras caminaba, pensaba en todo lo que había dejado atrás. Había sido arrebatado de su rutina, de su vida... todo su mundo se había derrumbado bajo sus pies. Todos y todo lo que conocía se habían quedado atrás, para probablemente, no volver a verlos. Aquello sería algo que le marcaría de por vida, pero en aquel entonces, era mucho más. Perdió de vista todas sus metas, sus sueños e ilusiones, sus planes y ambiciones de futuro. Estaba totalmente desorientado.
     No había sido decisión de él el hecho que se hubiesen mudado. No estaba conforme con aquella decisión, no podía entenderla. No en aquel entonces. Tampoco creía que hubiese la posibilidad de que las cosas pudiesen ir mejor allí. Nunca llegó a planteárselo. Sería por ignorancia, por desconocimiento o por que tan solo era un crío, pero en aquel momento no podía ver más allá. Estaba convencido de que nada tenía sentido, de que su vida era miserable.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Sigo aquí

    Estaba sentado en la terraza de aquel bar, absorto en sus pensamientos, tomándose un buen café. Aquel lugar tenía fama precisamente por los cafés que preparaban. Su aroma podía olerse desde la bocacalle, donde empezaban las terrazas de aquella concurrida zona del centro. Siempre, desde hacía ya muchos años, iba allí cuando podía para deleitarse con aquella delicia. Le encantaba el buen café. Le encantaba aquella terraza desde donde, en multitud de ocasiones, pasaba horas observando a los transeúntes que, ajenos a su mirada, pasaban rápidamente, perdiéndose a lo lejos, continuando con sus vidas.
     Había pedido al camarero que le trajese un periódico para ojearlo mientras tanto. Tenía todo el tiempo del mundo. Desde que se había jubilado no tenía mucho que hacer y tiempo, era algo que le sobraba. Aquel camarero le llevó a la mesa el diario y lo saludó como siempre. Era uno de los más veteranos. A pesar de que aquel local había sufrido varias reformas y cambiado de dueños, ese camarero había sobrevivido y formaba parte perpetua de aquel escenario. Era la marca indiscutible de que se encontraba allí, en el lugar de siempre.
     Aquel día de muchos, un desconocido se le acercó y le pidió permiso para sentarse con él. Al principio se extrañó y estuvo a punto de darle una negativa por respuesta. No lo conocía de nada.
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