miércoles, 28 de noviembre de 2012

Todo cambió en un instante


     Estaba ya a bastantes pasos de su nueva casa, adentrándose poco a poco en aquel pueblo. No sabía a dónde ir ni a dónde podría llegar en aquella dirección, simplemente caminaba. Llevaba tan solo unos días viviendo allí y todavía no conocía bien el lugar. Sería muy fácil perderse y así el paseo cobraría algo de interés. Por el momento, simplemente caminaba sin rumbo ni destino. No tenía otra cosa que hacer...
     Mientras caminaba, pensaba en todo lo que había dejado atrás. Había sido arrebatado de su rutina, de su vida... todo su mundo se había derrumbado bajo sus pies. Todos y todo lo que conocía se habían quedado atrás, para probablemente, no volver a verlos. Aquello sería algo que le marcaría de por vida, pero en aquel entonces, era mucho más. Perdió de vista todas sus metas, sus sueños e ilusiones, sus planes y ambiciones de futuro. Estaba totalmente desorientado.
     No había sido decisión de él el hecho que se hubiesen mudado. No estaba conforme con aquella decisión, no podía entenderla. No en aquel entonces. Tampoco creía que hubiese la posibilidad de que las cosas pudiesen ir mejor allí. Nunca llegó a planteárselo. Sería por ignorancia, por desconocimiento o por que tan solo era un crío, pero en aquel momento no podía ver más allá. Estaba convencido de que nada tenía sentido, de que su vida era miserable.
     Después de una buena caminata llegó al paseo marítimo de aquel lugar. Era invierno y hacia frío. El cielo cubría de gris el firmamento y apagaba el brillo del agitado mar, el cual rompía sus olas fuertemente contra las rocas de la costa. Anduvo por aquel paseo, con la mente en blanco. Mirando melancólicamente al mar. Aquel, le entristecía aún más y le sumía en una profunda tristeza. Llevaba metidas sus manos en los bolsillos de su chaquetón y apretaba los brazos contra los costados. El frío viento movía su pelo descontrolado a un lado y a otro y entumecía las puntas de sus orejas.
     Anduvo lentamente hasta una zona del paseo que estaba bien apartada de las calles y de la carretera. Allí moría el paseo. Quería algo de intimidad. Entonces se sentó en el muro, dejando colgados sus pies hacia afuera, haciendo vaivenes con ellos lentamente. Allí estuvo pensando hasta que la noche se le echó encima.
 
     Pensaba en que tenía que irse si no quería tener problemas al llegar a casa, pero también, en que era muy probable que los tuviese igual, como de costumbre. Siempre era la misma historia, daba igual, si no era por una cosa era por otra pero siempre había discusiones y por algo que todavía no lograba entender a él siempre le salpicaba.
     Estuvo, absorto en aquello, pensando en los posibles escenarios que se le presentarían al llegar a casa. En medio de aquel frío, que poco a poco iba a más, hasta bien entrada la noche. A aquellas horas, sus padres ya estarían pensando dónde se habría metido. No le importó. Por un momento quería ser egoísta.
     - Que les den- se dijo.


     Entonces oyó unos pasos a su espalda que se acercaban. Lo primero que pensó fue en la imagen de su hermano mayor que vendría en su busca para llevarlo, cual perro de presa, ante su verdugo ejecutor, su padre. Esperó inmóvil, encogió los hombros, cerró los ojos apretándolos fuertemente y esperó.
     Notó como alguien se sentaba en el muro, muy cerca de él y se quedaba allí, mirando al mar. Acompañándole, sin romper el silencio. Giró la cabeza y miró sin que se notase mucho. Nunca antes la había visto. Era una chica más o menos de su edad. Jugueteaba con sus pies colgando en el vacío. Sus manos apoyadas en la fría piedra del improvisado asiento se veían azuladas por el frío. El chico la observó un instante, ella ni se inmutaba. Giró la cabeza y volvió a mirar hacia el mar.
     Al cabo de unos minutos, el silencio se desvaneció. Entre el zumbido del viento le llegó una fina voz que se dirigía a él:
     - Hola...
     El chico se giró y vio que la chica se había girado también y le estaba mirando. Los chicos se miraron. Ella sonrió. Aquella sonrisa era preciosa. Su dulce cara redonda estaba graciosamente adornada por infinidad de pecas. Su boca, esbozaba una fresca sonrisa que provocaba alegría solo con verla. Su fino pelo ondeaba entre el viento de un modo especial. Ni aquel fuerte vendaval se atrevía a golpearla con fuerza, respetando su delicada hermosura. Sus ojos eran la guinda de la estampa. Nunca había visto nada parecido en su vida y cuando los vio se detuvo a mirarlos hipnotizado. Eran amarillos, con finos círculos verdes concéntricos en su interior y levemente anaranjados en la periferia. Eran espectaculares. Entonces, la chica le despertó del trance al decirle:
     - ¡Espabila chaval!, ¿qué miras?
     - Miro tus ojos- respondió- seguro que estás cansada de que te digan que son preciosos...
     - Pues no creas- le interrumpió.
     - Pues entonces no hay justicia en éste mundo...
     - Jajajaja...- río la chica mientras sus pómulos se enrojecían.
     El joven no sabía qué hacer ante aquella situación pero aquella sonrisa le empujó a reírse también. Rieron los dos mientras se miraban.
     - Me caes bien- dijo la chica entre risas.
     - Eso es porque no me conoces...- dijo él mientras apartaba su mirada de nuevo hacia el mar. Ahora por su mente pasaron otros pensamientos que no le agradaban.
     - ¿En qué estabas pensando?, se te veía muy triste...
     - En nada- respondió bajando la mirada.
     - No te creo. No se puede pensar en nada.
     - Como que no, si que se puede- rebatió.
     - No, eso es imposible, lo he leído...
     - Pues menuda estupidez, yo soy capaz de no pensar en nada.- interrumpió.
     - Ya ya. Eso es lo que crees. A ver, inténtalo, pero debes ser sincero. No pienses en nada. Venga-  animaba la chica.
     - Pues... A ver...- dijo mientras miraba hacia ella- ¡Ya!
     - ¿Ya?
     - Si.
     - ¡Mentiroso!
     - ¿Por?...
     - Porque estás pensando en algo...
     - Y tu que sabes...
     - Jajajaja- se río ella mientras le tocaba con la mano en su brazo y la volvía a retirar.
     El chico notó aquel contacto en su brazo de una manera especial. Parecía que algo sobrenatural le había tocado. Notaba un cosquilleo en su interior difícilmente explicable. Se sentía extraño pero muy a gusto. Ahora todas sus desgracias habían desaparecido y durante aquel instante su mente había podido descansar. Respiró profundamente y el olor a mar le pareció hermoso. Ahora en el mar, las olas dibujaban finas crestas de espuma blanca, aproximándose a la costa. Ahora aquello le parecía bonito. En el cielo, las nubes se abrían en claros para dejar ver las estrellas una hermosa luna llena, que dibujaba su brillo sobre el agua salada.
     - ¿Sabes qué días es hoy?- preguntó la chica.
     - Sábado.
     - Claro que si- dijo mientras se reía- pero también es San Valentín.
     - Pues mira que bien. ¿No serás cupido?
     - Mira que eres bobo... No soy cupido.
     - Podría ser, con esos ojos...
     - ¡Bó!.
     - Nunca se sabe, a lo mejor estoy hablando con un ángel.
     - No me digas que crees en dios y en los ángeles.
     - Siii...- dijo con tono de mofa- además tengo mis propias teorías.
     - Ah, si. Pues me gustaría escucharlas. Podría ser interesante.
     - Si podría ser, pero no tengo por costumbre desnudar mis intimidades en la primera cita- dijo esbozando una sonrisa.
     - Ah... Ya ya. Jajajaja...- dijo ella- no sabía que esto era una cita.
     - Yo tampoco. Jajaja...
     
     Aquellos chicos sonrieron durante un momento y después se quedaron mirando el uno a otro, en silencio. Solamente se hablaron con las miradas y fue la conversación más hermosa e interesante de sus vidas. Allí se desnudaron, sin decir palabra, el uno con el otro. Dejaron salir sus almas de sus cuerpos y se fundieron en un cálido abrazo diciéndose mutuamente... por fin te he encontrado.
     Entonces, el viento trajo consigo una hermosa música que les sorprendió. Se quedaron mirando en todas direcciones. Se oía cerca. Escrutaron entre las sombras y les pareció ver, a unos cuantos metros de ellos, que había alguien sentado en el muro del paseo tocando lo que les pareció un violín. Tocaba una hermosa melodía que inundaba la costa con sus dulces notas.
     - Increíble- dijo el chico- a quién se le ocurre venir a estas horas a tocar...
     - ¡Anda, calla!- le interrumpió- seguramente es un enamorado que hecha de menos a su gran amor en un día como este, igual por la distancia... igual porque ya no está...
     - Si... O igual viene a tocarle a la luna. A mi me gusta mucho la luna, si supiese tocar el violín le dedicaría alguna canción.
     - Anda que eres tonto...jajaja.
     - No no. En serio. Me gusta mucho mirar a la luna y a las estrellas. De verdad.
     - Que si, que te creo...


     Los dos se quedaron mirando fijamente a los ojos. En silencio. Aquella melodía les acompañaba. De vez en cuando miraban en aquella dirección. Desde allí, aquella sombra seguía sentada, en su posición, tocando. Era imposible diferenciar su rostro, estaba bastante lejos, tan solo vislumbraban una silueta. Cuando acababa una canción, empezaba otra y aquellos chicos la agradecían. Eran preciosas y acompañaban perfectamente sus diálogos mudos de tiernas miradas. Allí, sin decir una palabra, se contaron sus miedos, sus gustos... sus vidas... el uno al otro.
     Al cabo de un tiempo, los dos empezaron a pensar que se hacía demasiado tarde, que sería mejor marcharse. Cuando se dispusieron a levantarse para irse, la música cesó. Los dos chicos ya habían empezado a  levantarse y el silencio les sorprendió. Se quedaron mirando el uno al otro y luego miraron hacia donde estaba el músico. Ya no lo vieron por ninguna parte.
     - No puede ser- dijo el chico.- ¿Ha desaparecido?
     - Pues ya ves. Se ha esfumado.- dijo ella mientras le cogía la mano.
     - ¿Tan rápido?... Imposible. Si todavía se oía la música ahora...
     - Ya, ves. Bueno debemos irnos. Es muy tarde.
     - Si es verdad.
 
     Se quedaron otro instante, mirándose, despidiéndose. Cogidos de la mano. Aquella noche había sido mágica. Aquella noche se habían encontrado y se habían enamorado para siempre. En años venideros fueron siempre que pudieron al paseo, las noches de San Valentín, para recordar el aniversario del día que se enamoraron y nunca se cansaron de contarles a sus hijos aquella hermosa historia. Jamás volvieron a ver a aquel músico y quisieron creer, dadas las circunstancias, que aquel extraño que les había regalado el concierto más bello de sus vidas había sido el mismísimo cupido...




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15 comentarios:

  1. Que preciosa historia, quizás la melodía solo la escucharon en sus corazones enamorados, me encantó leerte.
    Abrazos y bonito fin de semana!

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  2. Muchas gracias por venir y me alegro de que te guste. Un abrazo muy fuerte para ti también.

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  3. Bonita historia y bonito final, que no viene mal en los tiempos que corren.

    Un saludo

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  4. Me alegro de que te guste. Muchas gracias por venir hasta aquí. Un fuerte abrazo.

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  5. Que tierna y dulce tu historia, tan esperanzadora para el amor... Me gusta como escribes... Saludos!

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  6. Precioso, como todo lo que he leido tuyo.Esta claro que igulmente nos metes en la intriga como en la ensoñacion y el romanticismo.!!! Bravo ¡¡¡

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    1. Muchas gracias Isaboa. Como ya he dicho... Un placer.
      Un fuerte abrazo.

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  7. ¡¡¡sencillamente exquisito!!!, es una historia que mueve los recuerdos adolescente de cada alma caminante. Un fuerte abrazo

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    1. Muchas gracias por tu comentario. Me alegro mucho de que te guste. Aprovecho para darte mi más cálida bienvenida a un momento de lectura. Un abrazo.

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  8. Respuestas
    1. Muchas gracias... Es muy apropiado para estas fechas...
      Gracias por venir hasta aquí y si quieres quedarte, eres bienvenida. Ponte cómoda y disfruta de un momento de lectura.
      Un abrazo

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  9. Me ha gustado mucho esta historia, aunque la leo mucho después de que la publicaste pues no te seguía todavía por aquel entonces. Ahora me estoy poniendo al día viendo el blog y me gusta mucho como la música se evapora junto al músico, me gusta ese final con toque mágico.

    Rosa.
    Un abrazo.

    Gracias por tu visita a mi blog. Encantada de verte por allí siempre que lo desees y dejes tus comentarios.

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    1. Gracias por venir y comentar. Es un placer para mí, como lo es visitar tu blog para deleitarme con tus obras.
      Gracias por todo. Un abrazo grande.

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    2. Tony, un placer, una alegría tanto venir por aquí como verte por allí, una afición compartida.

      Un abrazo.
      Rosa.

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