miércoles, 15 de enero de 2014

En el fondo del mar

Foto de Dani_vr con licencia CC
     Yació deseando poder volar. Igual que las gaviotas que surcaban los cielos y que pasaban raudas a su lado, rozándole con sus estelas. Las ráfagas de viento generadas por sus veloces vuelos en descenso, alimentadas por el armonioso movimiento de sus alas, chocaban y agitaban sus harapientas ropas casi como queriendo arrancárselas a suaves tirones. Con cada sacudida, otro pequeño trozo de piel quedaba expuesto al abrasador sol que todo lo tornaba opaco y reseco. La vida se evaporaba a cada segundo por los poros de su piel. Allí, tendido en la cubierta de su pequeño y estéril bote, a la deriva y medio muerto, descansaba por fin, después de la desesperada lucha por sobrevivir. Rendido, se dejó llevar y comenzó a soñar…
     Surcó los cielos con soltura, sabiendo en todo momento por donde ir y hacia qué lugar dirigirse. Sintió el fresco por todo su cuerpo, apagando el fuego avivado a las puertas del infierno que había esquivado hacía unas horas. Se sintió feliz al ver que su destino estaba cada vez más cerca. Desde allí arriba veía la ría, la orilla de la playa y, más allá, El Paraíso, su hogar. Al pasar las colinas, vio la blanca valla de madera que guardaba el jardín. En medio, el hogar en el cual aguardaba su amada, postrada en el ventanal, observando al horizonte con la mirada perdida. Ausente, aguardando nuevas, como si llevase siglos en espera.
     Bajó de las nubes, cayendo en picado con su destino ante los ojos. Su interior se agitaba, ya estaba en casa, pronto la tendría en sus brazos para decirle al oído lo mucho que la había echado de menos y que no volvería a dejarla nunca más. Se acercó todo lo que pudo, aumentando la velocidad a cada centímetro que recorría. Llegado el momento tuvo que cambiar el rumbo para evitar estrellarse. Volvió a subir, alto, muy alto.
     En la ventana, la hermosa joven se había apartado un poco al ver que algo se precipitaba sobre ella. Se introdujo en el interior y arrimó la cristalera para protegerse mientras mantenía la mirada perdida a través del cristal. Al mismo tiempo, alguien entraba en el cuarto.
      — ¿Kaira?
     Levantó la mirada hacia el firmamento, esperando, sin decir nada.
   —Kaira —repitió—, han llegado nuevas. Debes bajar, el Intendente del puerto te está esperando. El Priston se ha hundido… no se ha salvado nadie.






Tony A. Fabeiro


Todos los derechos reservados.
Esta obra está protegida por las leyes del copyright y tratados internacionales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...