domingo, 20 de octubre de 2013

La deuda pendiente (3ª parte)

     Caigo por un vacío infinito que parece nunca acabar. Mis brazos y mis piernas se mueven como si tuviesen vida propia, desesperados, intentando sujetarse a algo para evitar el brutal golpe. Mi instinto de supervivencia trata de aferrarse a la vida en éstos más que probables últimos segundos. Mis ojos siguen fuertemente apretados, no quiero ver aquel resplandor de nuevo, ya bastante tengo con oír aquellos gemidos y susurros cada vez más cerca. No sé qué es lo que me espera allí abajo pero, de todos modos, no creo que sobreviva para verlo.

     Sigo cayendo y cayendo durante mucho tiempo, un tiempo que no parece agotarse. El miedo en mi interior crece a cada segundo que pasa si es que se trata tan solo de segundos. Un poderoso nerviosismo se apodera de mis músculos haciéndolos vibrar como gelatina sujeta por manos temblorosas.  Los lejanos susurros ahora se han convertido en sonoras voces que se oyen con exagerada nitidez y que repiten una y otra vez un nombre, un nombre que se me hace familar, pero que no logro reconocer. Aquellas palabras retumban dentro de mi cabeza golpeando con fuerza mis tímpanos, introduciéndose dentro de mí. Las voces claman al aire como si estuviesen convocando alguna maléfica presencia para que me reciba allí abajo. Por sus entonaciones, parece que ansían mi llegada y, por algún extraño motivo y algo que poco a poco cambia en mi interior, yo también empiezo a impacientarme. Si mi vida se acaba, quiero que sea de una vez por todas y se lleve por delante todo el miedo que siento. Quiero que esta pesadilla termine ya. Quiero morir, si es que aún no he muerto.
      Pienso en la muerte como en una salvación, como en una liberación a todo éste malestar que me incomoda. Reconozco con rapidez aquel sentimiento, no era la primera vez en mi vida que deseaba la muerte, en el pasado ya la había deseado. Había pasado muchos años sin pensar ni recordar nada de aquella época de mi vida, como si mis recuerdos se hallasen enclaustrados en algún recóndito lugar de mi mente, aislados de mi consciencia. Pero, ahora, sin saber porqué, recuerdos de aquel día, como si fuesen de ayer mismo, se dibujan ante mis ojos con extraña nitidez. Los veo, los siento... el olor de aquel día, el fuerte dolor en mi pecho, la angustia.... lo recuerdo todo como algo reciente, fresco, después de tanto tiempo, aunque por aquel entonces, tan solo tuviese siete años...
      Aquella nefasta mañana, antes de irse al trabajo, mi padre nos dio la noticia a mi hermana y a mi; nos mudábamos a la otra punta del país. Ella era la mayor, rozaba la mayoría de edad y siempre cuidaba de mi ocupando el vacío que había dejado nuestra madre. Por aquel entonces ya tenía novio, un romance de juventud donde la locura de cupido campaba por doquier sin cuartel ni descanso. Un noviazgo con el dulce sabor de la inocencia juvenil. Se le notaba en la mirada que estaba enamorada, estaba contenta, era feliz con aquel chico. Ella me había contado que desde que nuestra madre había fallecido -más tarde supe que todo ocurrió durante el parto que me trajo al mundo-, nunca había vuelto a sentirse tan alegre como cuando estaba con su novio. Aquella relación le hacía evadirse de sus penas y sentirse mejor. A mi me alegraba que mi hermana sonriese, que fuese feliz, la quería mucho, más que a nada en este mundo. En realidad era como si fuese mi madre, siempre me cuidaba y me apoyaba en todo momento. 
     Ninguno de los dos quería dejar nuestra antigua casa, nuestras vidas. A nuestro padre, con el corazón empedrado desde hacía ya mucho tiempo, no parecía importarle en absoluto, solo le importaban sus negocios, era lo único en lo que pensaba y lo hacía muy bien. Cada operación que ejecutaba lo enriquecía más y más, cada negocio que zanjaba le abría otros dos o tres. El tiempo se le escapaba entre reunión y reunión, viajes, obligaciones... parecía haberse olvidado hasta de su familia. 
     La orden había sido clara y concisa; a la semana siguiente nos iríamos de allí, sin vuelta atrás. Mi hermana no soportó la decisión y se enfadó mucho con mi padre. Mantuvieron una fuerte discusión pero no hubo ni el más mínimo atisbo de consenso, nuestro padre era muy estricto y tenía claros sus planes en donde nosotros éramos meros actores secundarios, nos lo había dejado claro. Aquel día ella se fue de casa y no volví a verla nunca más, salió dando portazos dejando tras de si un denso regero de gritos e insultos -yo siempre creí que se había ido con aquel chico-. Mi padre creía que regresaría cuando se le pasase el enfado, pero aquello nunca sucedió. Al día siguiente, como si ya la hubiese dado por perdida, ya se me había asignado una cuidadora, una señora mayor que se encargaría de mí durante unos años. A la semana siguiente nos fuimos. Me resistí todo lo que pude, pataleé con fuerza contra todo, lloré y grité hasta que mi voz se quebró... no pude hacer nada, mi padre y la cuidadora me arrastraron hasta el coche. Allí se quedaron todas mis esperanzas de volver a verla. Mientras nos íbamos, dejando atrás nuestro hogar, deseé con todas mis fuerzas estar muerto, desaparecer de la faz de la tierra. Ya no me quedaba nada, había perdido a la persona que más quería en el mundo, había desaparecido y a aquella edad, no entendía muy bien el por qué. Simplemente quería morirme y creí en cierto modo que con su ausencia ya lo estaba, llegué a comprender en mis propias carnes lo que había sentido ella con la pérdida de nuestra madre. 
      Después de aquello, me limité a vivir lo que me tocaba vivir, sin planes ni ilusiones hasta que al cabo de unos años conocí a una persona que lo cambió todo, a mi gran amor... aquel día mi vida volvió a empezar. Encontré la felicidad, la ilusión... Miles de imágenes de ella se pasean ahora ante mis ojos y apagan mi angustia como había hecho en el pasado, dándome felicidad, esperanza... algo que al parecer, dadas las circunstancias, tenía los días contados. 
      Siento infinidad de emociones en mi interior, todas encontradas y chocándose unas con otras. Paso de la extrema tristeza a la alegría, de la agonía a la esperanza... en milésimas de segundo. Mientras mi mente pasa de un estado a otro, vuelvo en mí y noto que la caída se acelera más y más. Me hago consciente de donde estoy, aún cayendo. No puedo evitar imaginarme mis sesos esparcidos por todas partes en un suelo de dura roca. Después, mis impacientes anfitriones harán lo que deseen con mi cadáver, ¿saldaré de éste modo mi deuda?me pregunto. Que triste acabar así, sin saber nada, ni motivos, ni causas. 
     De mi boca sale un grito desgarrador al notar que una fuerza sobrenatural presiona mi pecho y tira de mí hacia abajo con firmeza, arrastrándome. En aquel preciso e inesperado momento, un brusco golpe frena en seco mi caída provocando que mi respiración se detenga y dé un sobresalto. Como si se soltase un resorte, me incorporo de medio cuerpo, gritando y sudando como si acabase de correr una maratoniana carrera. Abro los ojos, estoy tendido, todo está oscuro y en silencio, no veo nada. Noto bajo mis chorreantes muslos mi mullido y acogedor colchón, también empapado. 
     Estoy en mi cama. Solo ha sido otra de mis pesadillas, o eso espero. Me dejo caer de espaldas y permanezco mirando al techo. Estoy desorientado y confuso. Mi respiración aún trata de recobrar la normalidad. Palpo la cama con las manos y tropiezo con mi iPad en el borde de la misma, al tocarlo cae al suelo rompiendo el silencio. 
—¡Dios mío! me digo mientras me froto con las manos el sudor de mi frente, mis pesadillas son cada vez más fuertes...



...continuará?


Licencia Creative Commons

6 comentarios:

  1. Sí, continúa, por favor. Manejas bien el suspenso. La narración es amena. La amenaza del abismo con ese personaje horroroso, de pesadilla, el pánico y la angustia, ese fuego subterráneo que recuerda al del infierno, y esto que ahora traes del pasado en un flashback y revela otro episodio doloroso para la protagonista tiene gancho. Tienes una deuda pendiente con tus lectores, Tony. A saldarla.

    Un fuerte abrazo!

    Fer

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues vamos por buen camino. Si seguimos así, saldaré mi deuda con vosotros.
      Es un placer saber que os va gustando y que consigo engancharos con el suspense... es uno de mis objetivos.
      Si los lectores queréis, habrá más, como no... solo puedo deciros que falta mucho por contar... y que os sorprenderá.
      Gracias por estar ahí y por seguir leyendo.
      Un abrazo grande

      Eliminar
  2. uf menuda pesadilla mas horrible... uff intrigada quiero que escribas massssssssssssss.besitos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pesadillas... Deudas pendientes... Recuerdos del pasado...
      Configuración perfecta para una buena historia
      Seguiremos trabajando en ella
      Gracias por estar ahí, es un placer saber que puedo contar contigo.
      Un abrazo grande

      Eliminar
  3. Esto va tomando forma, más suspense, más hilos que deshilar, más gancho para nosotros sufridos lectores(por la espera) que tenemos que ir por dosis, nos tienes intrigados, pone esa 4ª parte yaaaa, jeje, un abrazo.
    Rosa.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. La cuarta vendrá pronto, sólo espero que después de leerla deseéis leer la siguiente.
      Muchas gracias por tu apoyo.
      Un abrazo.

      Eliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...