Foto de Dani_vr con licencia CC |
Surcó los
cielos con soltura, sabiendo en todo momento por donde ir y hacia qué
lugar dirigirse. Sintió el fresco por todo su cuerpo, apagando el
fuego avivado a las puertas del infierno que había esquivado hacía
unas horas. Se sintió feliz al ver que su destino estaba cada vez
más cerca. Desde allí arriba veía la ría, la orilla de la playa
y, más allá, El Paraíso, su hogar. Al pasar las colinas, vio la
blanca valla de madera que guardaba el jardín. En medio, el hogar en
el cual aguardaba su amada, postrada en el ventanal, observando al
horizonte con la mirada perdida. Ausente, aguardando nuevas, como si
llevase siglos en espera.
Bajó de
las nubes, cayendo en picado con su destino ante los ojos. Su
interior se agitaba, ya estaba en casa, pronto la tendría en sus
brazos para decirle al oído lo mucho que la había echado de menos y
que no volvería a dejarla nunca más. Se acercó todo lo que pudo,
aumentando la velocidad a cada centímetro que recorría. Llegado el
momento tuvo que cambiar el rumbo para evitar estrellarse. Volvió a
subir, alto, muy alto.
En la
ventana, la hermosa joven se había apartado un poco al ver que algo
se precipitaba sobre ella. Se introdujo en el interior y arrimó la
cristalera para protegerse mientras mantenía la mirada perdida a
través del cristal. Al mismo tiempo, alguien entraba en el cuarto.
—
¿Kaira?
Levantó
la mirada hacia el firmamento, esperando, sin decir nada.
—Kaira
—repitió—, han llegado nuevas. Debes bajar, el Intendente del
puerto te está esperando. El Priston se ha hundido… no se ha
salvado nadie.
Tony A. Fabeiro
Todos los derechos reservados.
Esta obra está protegida por las leyes del copyright y tratados internacionales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario